Hoy se cumplen cuatro años del fallecimiento de ex intendente municipal y fundador de Acción Comunal Ricardo Ubieto, quien dirigió los destinos de Tigre desde 1987 hasta poco antes de su desaparición física, cuando debió pedir licencia por la enfermedad que lo afectaba.
Ubieto creó el partido vecinalista por el fue elegido concejal en 1985. Aunque ya durante la última dictadura militar había ejecido la intendencia. Además, fue por poco tiempo director de la empresa estatal Aysa, tras ser nombrado por el ex presidente Néstor Kirchner.
En una reportaje que La Revista de los Countries de Tigre publicó en septiembre de 2003, un Ubieto distendido dejó de lado por un rato su condición de jefe comunal y se animó a hablar de otros aspectos de su vida. Aunque en más de una ocasión durante esa charla, su obsesión por la concreción de obras públicas estuvo presente.
“Soy un arquitecto frustrado. No hay plano de una obra municipal que antes de su realización no pase por mis manos y sufra alguna modificación”, expresó en esa oportunidad y entre risas dijo: “Las palmeras son mi sello, es mi firma”.
Amante de los viajes, manifestó que de cada ciudad que visitaba obtenía alguna idea para desarrollar luego en el Partido. “Los semáforos de Tigre son la versión argentina de los que hay en Miami, la pérgola que está en la Plaza Cazón es una copia de otra que vi en Holanda, las banderas (ubicadas en la Avenida de las Naciones) son iguales a las que hay en Washington, en la Central Station”.
Ubieto nació en Tigre un 27 de enero y siempre vivió en esta ciudad. Empezó la escuela primaria en la 3 y la finalizó en la 2, mientras que la secundaria la hizo en el Nacional de Comercio de San Isidro, ya que en ese momento no había establecimientos de educación media en el distrito. Se recibió de contador y mientras estudiaba administración de empresas conoció a su esposa, Amanda Zocchi, con quien se casó tras un año y medio de noviazgo, cuando tenía 35 años. No tuvieron hijos.
Su hobbie siempre fue la cocina y tenía una casa de comidas. “Hice muchos cursos con los mejores chefs del país y también en el exterior. Leo mucho sobre cocina, cada vez que viajo traigo más kilos en libros que en otras cosas”, señaló años atrás.
No practicaba deportes ni era simpatizante de ningún equipo de fútbol. Le gustaba el tango y entre sus intérpretes preferidos estaban Julio Sosa y Carlos Gardel. Por las noches se quedaba despierto hasta tarde mirando películas, por lo que se levantaba alrededor de las 8 de la mañana. Leía los diarios por la tarde, cuando retornaba a su hogar, “a eso de las seis, seis y media”.
Sus vacaciones normalmente se desarrollan en el extranjero, y aprovechaba ese tiempo para ir al teatro a ver revistas musicales y visitar museos. Se había transformado en un especialista en arte, y en la entrevista antes mencionada había reconocido que tenía una obra pendiente: “Quiero hacer del Tigre Club un museo de pintura”.
Luchó durante meses contra una terrible enfermedad y presentó batalla hasta que alcanzó su sueño más esperado. La inauguración del MAT fue su última aparición pública, su despedida. Hoy, en su homenaje, el imponente museo lleva su nombre.