El grupo armado que lo acribilló el 13 de febrero de 1976 en su casa, durante la última militar, acabó de forma abrupta con su existencia. Pero el padre «Pancho» -como se lo conocía- es de esas personas que trascienden a la muerte por lo que hicieron en vida. Es por eso que el Concejo Deliberante decidió declararlo ciudadano ilustre post mortem de Tigre.
Francisco Soares nació en 1921 en San Pablo, Brasil, y tres años después se trasladó con su familia a Buenos Aires. Se ordenó sacerdote en 1945 y nacionalizó argentino en 1963, cuando se integró a la Diócesis de San Isidro. Antes había estudiado filosofía y teología en Francia.
En 1966, «Pancho» fue asignado a la capilla «Nuestra Señora de Carupá», donde por su humildad se ganó el respeto y el cariño de la comunidad. Además, allí generó emprendimientos productivos, como un taller que hacía plantillas y una cooperativa que fabricaba baldosas.
El compromiso social de Soares fue su sello distintivo. Ideó un jardín maternal -que lleva su nombre- y trabajó a la par de sus compañeros. Por ejemplo, realizaba traducciones de escritos en francés y se desempeñaba en el sector contable de un supermercado. Él se ganaba la vida como el resto.
Poco antes de su asesinato, había participado en el entierro de los delegados sindicales de los Astilleros Astarsa, quienes habían sido secuestrados y asesinados por reclamar mejoras laborales. Posiblemente, ese acto de valentía fue el que lo condenó a la muerte.
«Pancho» fue masacrado a balazos en su habitación, junto a su hermano discapacitado, en uno de los hechos de represión ilegal característicos de la dictadura militar que sufrió el país días entre 1974 y 1983.
«Es un honor brindarle este reconocimiento al párroco Francisco Soares, quien trabajó por los más necesitados y se constituyó en un ejemplo de hombre que dio su vida por la comunidad y sus ideales. Para nosotros, es imprescindible homenajear y recordar a quien enfocó su labor en forjar un mundo más inclusivo y justo», destacó el titular del deliberativo local, Julio Zamora.
El padre Jorge Marenco -actual párroco de «Nuestra Señora de Carupá»- recibió la placa alusiva en un recinto colmado de vecinos. «El entendió el verdadero mensaje del Evangelio de Jesús y lo compartió con los más humildes», destacó el cura al referirse a «Pancho».
Cabe recordar que en marzo del año pasado, en el marco de las actividades por el Mes de la Memoria, el Municipio y el Concejo Deliberante ya habían homenajeado al sacerdote asesinado, cuando bautizaron como Padre Francisco «Pancho» Soares a la ex calle Catamarca.