Con un gol de otro partido de Lionel Messi a los 90 minutos, Argentina le ganó un sufrido partido a Irán por 1 a 0. Los de Carlos Queiroz complicaron a los de Alejandro Sabella en el segundo tiempo, pero apareció el genio y todo fue euforia albiceleste en el Mineirao. De esta manera, la selección nacional ya está en octavos de final, donde se cruzará con un rival que surgirá del grupo de Francia, Suiza y Ecuador.

El seleccionado argentino, organizado con el esquema 4-3-3, con su cuarteto ofensivo estelar desde el inicio, profundizó su desconcertante funcionamiento en la Copa del Mundo frente a un atrincherado equipo de Irán, que lo tuvo al filo de una derrota sin precedentes.

Después del debut ante Bosnia (2-1), que mostró dos caras entre un tiempo y otro, la victoria agónica ante el aguerrido conjunto asiático dejó expuesto que los problemas argentinos no se vinculan con dibujos tácticos ni nombres sino que se anclan en rendimientos.

Messi apareció con todo su genio para brindar la tranquilidad de la clasificación anticipada a octavos, una instancia a partir de la que el equipo deberá mejorar su juego para sustentar sus aspiraciones de campeonato.

Antes del tanto que hizo estallar a los 40 mil argentinos presentes en el Mineirao, el astro de Barcelona estuvo contagiado por la impotencia y el consecuente desánimo de una actuación preocupante.

Sus compañeros en ofensiva, esta vez, no supieron asociarse y el conjunto albiceleste lejos estuvo de exhibir el temible poderío que supone la combinación de sus calidades ofensivas. Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín lucieron muy poco participativos y Ángel Di María estuvo activo pero con lucidez alternada, por lo que Argentina cumplió una actuación de mayor a menor que dejó muchos interrogantes.

Lo que comenzó como un partido con absoluto dominio argentino, con presunción de victoria holgada para asegurar el boleto a la fase final, terminó en calvario por la sensación de cercanía de una de las derrotas más vergonzantes de su historia en los mundiales.

El equipo de Sabella tuvo un comienzo protagónico, con presión en el campo rival, paciencia en la administración de la pelota y rotación en ataque, pero la demora del gol lo frustró al punto de terminar envuelto en una confusión extrema.

Fernando Gago comenzó el encuentro como buen pasador y lo acabó con una imprecisión compulsiva, y los defensores estuvieron expuestos a las veloces respuestas de un adversario replegado, pero animado a la hazaña, que no se concretó por tres intervenciones vitales del arquero Sergio Romero.

Como tantas otras veces en el fútbol, una genialidad cambió el rumbo de un partido y la Pulga nuevamente fue el héroe para colocar a su equipo en octavos y alimentar una ilusión que, de momento, tiene poco correlato en la cancha.

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